Tal como era
Hace mucho tiempo que mi familia y yo dejamos de vivir con todas aquellas cosas que habíamos aprendido a disfrutar. Desde la destrucción parcial de la tierra y de muchos componentes, nuestra meta era la de subsistir en un mundo carente de muchas primeras necesidades.
Una de ella, sin duda, era la falta de todo aquello que se pudiera fabricar con plásticos. Cuando se quemaron la mayoría de ellos y se convirtieron en sustancias contaminantes, todo lo más preciado para el ser humano desaparecía delante de nuestros dilatados y temerosos ojos. Los campos cambiaron su color verde y florido por tierra negra y sin vida alguna que le habitara. El azul del mar, ya no te envolvía en forma de ola, sino que enfadado rugía con más intensidad que nunca. Sólo quedaba miseria y destrucción alrededor nuestra.
Era increíble pensar, tal y como mi padre en las reuniones familiares contaba, a cerca de la importancia de los plásticos y de todos sus derivados. Desde que en 1860 en un concurso, fuera el primer invento el plástico llamado “baquelita” y hasta nuestros días, fueron muchos los que iban perfeccionando su composición química y sobre todo sus múltiples aplicaciones. A mi padre arquitecto de profesión y un gran conocedor de esas distintas aplicaciones a la vida actual del plástico, esto le fascinaba, decía que era como entrar en el mundo de la fantasía en las películas de Walt Disney. Él usaba infinitas variedades como materiales de construcción. El PVC era muy importante para fabricar cocinas o ventanas. E incluso, lo utilizaban para aislar los cables de una casa o también los plásticos se utilizaban para aprovechar la energía solar. Lo cierto es que todo esto era tan necesario..... hasta para fabricar una alfombra se necesitaba este producto químico. Todo esto me parecía importante, pero la verdad, es que a mí y al resto de la humanidad lo único que nos importaba era volver a vivir en la tierra que habíamos conocido. Llena de tantas cosas bonitas y de tantos sueños perdidos....
Todos los días mis hermanos y yo, acudíamos al colegio que había en frente de casa. Casi todos los alumnos eran hijos de arquitectos, así que el tema estrella en las aulas casi siempre era el mismo. En el recreo me juntaba con niñas de otros cursos y componíamos y cantábamos canciones llenas de esperanza y color. Mis hermanos y el resto de sus amigos, sin embargo sólo sabían hacer una cosa, jugar al fútbol. No querían entender en lo que se había convertido sus vidas de la noche a la mañana. Para ellos todo seguía igual y no querían comprender la falta de tantas y tantas cosas que teníamos en ese momento.
Mi madre, como el resto de todas ellas, cada vez que iba a la compra, tenía que rebuscar entre los pocos alimentos medianamente comestibles que se encontraban en las tiendas y además había que tener en cuenta que al no haber plásticos que eran muy importantes para el aislamiento en las neveras, los pocos alimentos que quedaban frescos no duraban mucho tiempo en ellas. Desde la desaparición de campos para cultivar o animales para sacrificar, lo más agradable que comíamos podían ser alimentos envasados que se habían cuidadosamente guardado antes de la destrucción. A veces pensaba, que antes de que aquello se gastara, hubiéramos dado con la manera de subsistir y hacer que la tierra volviera a dar sus frutos y que todo volviera a la normalidad.
Cuando me reunía con mis amigas a la salida del colegio, hablábamos de cómo cambiar las cosas e imaginábamos, sobre todo, como podríamos viajar por el mundo con coches o motos que ahora por falta de plásticos y demás piezas no se podían fabricar. Todo esto tenía que terminar y en nuestros corazones albergaba un halo de esperanza e ilusión.
En nuestra casa, gracias al ingenio y formación de mi padre, no hacía tanto frío como en otros hogares. Aunque la falta del plástico había supuesto un peor aislamiento, había conseguido que no hubiera tanta pérdida del calor.
Eso hacía que fuera especialmente confortable y los fines de semana intentábamos llevar a cabo unas actividades que nos proporcionaran mucho bienestar y de esa manera olvidáramos por un momento lo duro que podía resultar una vida así.
El resto de mi familia, después de la destrucción de todo, se fueron a buscar otra vida mejor. De vez en cuando, nos llegan buenas noticias de ellos y sabemos que donde se encuentran viviendo buscan la manera de sobrevivir.
Construyen con lo que pueden hospitales y colegios por lo que hay mucha gente que se está trasladando allí. Mi madre y yo, estamos intentando convencer a mi padre para irnos a vivir allí. Pero él quiere hacer lo mismo aquí. Quiere recopilar materiales de construcción y animar a la gente que comience a construir su propia vivienda bajo su supervisión. Está tan ilusionado con repoblar y remontar todo esto, que nos va costar mucho que entienda que queremos levantar un nuevo mundo al lado de nuestra familia y amigos.
Habrá que pensar que entre todos, hay que formar una piña y solidarizarnos el uno del otro. A lo largo de la historia, se ha demostrado que la unión hace la fuerza y que así todo se logra y se consigue cambiar las cosas. Creo que después de oír hablar a un hombre tan sabio, como es mi padre, tengo muy claro que hay materiales como los plásticos y sustancias muy importantes para el hombre y que sin ellas no podemos fabricar coches o casas o conseguir energía del viento y un largo etc....
3º ESO-B IDOIA
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